¿Qué sabemos de los espacios públicos? Hoy en día las
ciudades están en un proceso de transformación. Las relaciones sociales y la
vitalidad urbana de los barrios son cada vez más escasas y fragmentadas.
El espacio público ha dejado de ser un espacio de oportunidades para la
ciudadanía, ya que se ha tomado una imagen del espacio público como espacio
problemático, donde las administraciones solo actúan para
vaciarlo y prevenir cualquier tipo de problema, limitando, así, cualquier tipo
de actividad espontánea de los ciudadanos. Para ello, todo quedaría bajo un
control de normas y prohibiciones.
Rescatando la crítica de Manuel Delgado que hace sobre el espacio público vemos la distinción que
hace entre A haciendo referencia a “la calle”, es decir, al espacio de
conflicto y B refiriéndose a “la clase media”, en la que el conflicto no es
concebible, donde se da el ideal de igualdad, civismo, etc. Por lo tanto,
Delgado expone que existe un control de exclusión como mecanismo de protección donde
se limitan e incluso se prohíben ciertas actividades para evitar y/o prevenir
el conflicto entre los que transitan en el espacio público.
Pero ahora bien, ¿qué entendemos por conflicto? El conflicto se puede
entender como algo inherente a la vida, es decir, como el “encontronazo entre
tú y yo” y si intentamos eliminarlo no eliminaríamos el conflicto, si no la
vida misma ya que el conflicto forma parte de la convivencia.
Dando un giro a lo
que venimos hablando pero permaneciendo en la misma línea, tenemos que entender que la población urbana
se caracteriza por su heterogeneidad y fragmentación, pues en ella conviven
grupos con estructuras sociodemográficas diferentes, estatus socioeconómicos,
estilos de vida, percepciones, diferentes ideologías, preferencias, etc. y por
ello se debe de ofrecer espacios de convivencia e igualdad aunque esto sea una
tarea difícil.
Manuel Delgado nos recuerda que lo que une a las personas y las
convierte en poderosamente solidarias no es que piensen lo mismo, sino que
experimentan y se transmiten lo mismo. (…) La comunidad se funda en la
comunión; la colectividad, en cambio, se organiza a partir de la comunicación.
En apariencia, la comunidad y la colectividad implican una parecida reducción a
la unidad. La diferencia, con todo, es importante y consiste en que si la
comunidad exige coherencia, lo que necesita y produce toda colectividad es
cohesión.
Por lo tanto, debemos de ver el espacio público como
garantía de la democracia y como espacio de libertad para los ciudadanos.